Boato público, estrechez privada. Fernando Ónega DESDE A CORTE (Opinión- La Voz de Galicia)
"Lo confieso: voy a hacer un poco de demagogia. No quiero ser menos que Zapatero y Rajoy, y la actualidad se presta. Sitúense ustedes ante dos noticias.
Una, de hace unos días, afirma que el 30% de los españoles tienen dificultades para llegar a fin de mes. Si el porcentaje no les dice nada, pónganlo en números absolutos: son trece millones y medio de españoles.
Otra, de ayer mismo: representantes de los Gobiernos central y autonómicos se han reunido para ponerse de acuerdo en cómo reducir el dispendio que hacen de nuestro dinero.
Diferencia: el español que no llega a fin de mes no tuvo posibilidad de planificar sus estrecheces; le vinieron dadas.
Los gobernantes han gastado y gastan con toda alegría un dinero que no es suyo. Cuando se asegura que solo en energía y solo en edificios públicos se pueden ahorrar tres mil millones de euros (medio billón de nuestras viejas pesetas), se indica la frivolidad con que se tira de alumbrado, calefacciones, aires acondicionados y máquinas. Si esa ingente cantidad de dinero se puede ahorrar, es que se gastaba demasiado.
No quiero ni pensar en otros capítulos que están en la sospecha popular: los gastos de restaurante, que no son del menú del día; las estancias en hoteles, que nunca son hostales ni pensiones; las dietas y los viajes de más rentabilidad electoral que social; las asesorías creadas para amigos, simpatizantes y adictos; las cohortes de funcionarios al servicio de una sola persona? Todo ese gasto, o gran parte, no ha sufrido la crisis. Los beneficiarios pueden gozar de esos servicios hasta el día 31 de cada mes, sin problema de quedarse sin fondos o que su cuenta entre en números rojos. Dicen que es el famoso chocolate del loro, pero ¿hay chocolate más nimio que una bombilla encendida? Sin embargo, lo dice el Gobierno, no yo: la suma de bombillas oficiales puede suponer cientos de millones de euros. El resto del chocolate ni se ha calculado.
Prometen, a todo esto, que los recortes que traman no perjudicarán a los servicios que se prestan al contribuyente. Hasta ahí podíamos llegar: a que el ciudadano del presupuesto familiar restringido se encontrara, además, con que le privan de atenciones mínimas. Yo no pido grandes recortes, que al final acaban recortando la eficacia. Pido que alguien revise los gastos superfluos de la cosa pública. Pido que una auditoría externa valore la comida del loro. Pido que el servidor público utilice con mentalidad austera, de país en crisis, los medios y bienes que le prestamos.
Y pido que no haya dos clases de españoles: esos del estudio que no llegan a fin de mes y los que contemplan su propio boato y se preguntan como aquel presidente americano: « ¿Crisis? ¿Qué crisis?».
Gracias Ónega , por representar e poñer voz ao crecente clamor popular que os políticos non saben ou non queren oir, deixando que creza, cada vez máis, a brecha entre eles e os ciudadanos.
-